Situada al nordeste de la desembocadura del Guadalhorce, entre el río Guadalmedina y los montes de Málaga, la Malaca romana se asienta sobre la Malaka púnica, a orillas del mar, junto a la colina de la Alcazaba.
La existencia de Malaka como fundación colonial fenicia y posteriormente púnica queda probada, con ayuda de la historiografía, por una serie de restos arqueológicos que desde el siglo XIX se han venido localizando en la colina de la Alcazaba, los que se hallaron durante las obras de desmonte de la ladera con motivo de la demolición del muro del Haza Baja de la Alcazaba, situada entre ésta y el mar, y, desde mediados del siglo XX, por los resultados de las excavaciones realizadas en el Teatro Romano que confirmaron la ocupación de esta zona al menos desde comienzos del siglo VI a. C., manteniéndose ininterrumpidamente hasta nuestros días.
La presencia de los fenicios llegaría hasta mediados del siglo VI a. C., fecha en la que abandonan la mayoría de las colonias de nuestras costas; a partir de la conocida como “crisis del siglo Vl”, considerada como un momento de reestructuración económica, comenzaría la etapa púnica. La conquista de Tiro por Nabucodonosor en el año 573 a. C. convirtió a Cartago en la heredera del comercio fenicio y a comienzos del siglo V domina el Mediterráneo occidental. La etapa púnica terminaría con la llegada de los Barca a la Península en el 237 a. C., empieza entonces el imperialismo bárcida, que concluirá con la conquista romana.
El nombre fenicio de la ciudad Mlk’, latinizado por los romanos dio el topónimo Malaca.
Estrabón escribe en los primeros años del s. l d.C. y sitúa Malaca en la que él llama Hispania rica, bien poblada, meridional, costera y abierta a los pueblos civilizados, donde las gentes saben escribir, explotan las minas y progresa la agricultura, el artesanado y el comercio.
La organización del espacio urbano de la Malaca romana era propia de poblaciones de origen semita, opuesta a la regularidad que caracteriza a las ciudades coloniales de nueva planta y al modelo de castrum del que deriva la ciudad romana ex-novo. Aquí la ciudad se adaptaría a la topografía de la colina y podría presentar un urbanismo escalonado en terrazas.
Durante la etapa republicana Roma no alteró la geografía urbana preexistente reflejada por Estrabón. La influencia de lo púnico continuó en Malaca hasta el Alto Imperio. A fines del siglo l a. C. sus habitantes continuaban hablando y escribiendo la lengua púnica.
Durante el Principado de Augusto pudo modificarse el urbanismo a través de construcciones monumentales propiamente romanas; es cuando se construye el Teatro. En época flavia, la ciudad adquiere la condición jurídica de municipio. El hallazgo fortuito del fragmento de la Lex Flavia Malacitana vino a confirmar la concesión del ius latii al nuevo municipio flavio de Malaca.
En la segunda mitad del siglo V y la primera mitad del siglo VI, Malaca debió vivir con cierta independencia, hasta que pasa a depender del dominio de Bizancio.
En los siglos VI y VII, Malaca, por su situación costera, continuó siendo una ciudad importante que se disputarán bizantinos y visigodos.
Tras la expulsión de los bizantinos, con Sisebuto, entre los años 613 y 615, pasa a ser controlada por los visigodos y entra en un período de retraimiento, poco conocido; sin embargo, pudo alcanzar un nuevo auge durante el reinado de Sisenando (631-636), en el que se produce acuñación de moneda en Malaca.
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